Capitulo 3 - Demonios Lujuriosos y Demonios Iracundos

CUANDO los vientos soplan con suavidad por las arenas, portan el murmullo de la seducción con besos que son promesas de placer, pero cuando se avivan, no es posible aplacar sus aullidos de espectro asesino. Los vientos presagian la llegada de demonios que son portados solos, en remolinos cónicos de polvo, desde otros planos de la existencia. Los de ambas clases están movidos por una misma hambre y aspiran a nutrirse de las emociones del hombre, pero los primeros se alimentan de la sensación de excitación y del deseo de consumación carnal, mientras que el segundo engorda con el miedo. Los de la segunda clase son más peligrosos, porque el miedo es la más fuerte de las dos sensaciones.

La amante de los vientos es bella a la vista. Llega en sueños, con los brazos blancos extendidos y con el pelo largo y brillante levantado alrededor de la cabeza, con una sonrisa de dulzura de azahar y con ojos como pozos hondos en los que se refleja la luz de las estrellas. Su cuerpo grácil está ataviado con un vestido de la mejor seda transparente. ¿Qué hombre de cuerpo entero puede resistirse a sus encantos? Ella induce la emisión nocturna del semen durante el sueño, y se alimenta del olor y del calor de la simiente, llevándose una parte de su vitalidad para engendrar con ella en su vientre monstruos, pues estos se convierten en sirvientes suyos, y como están dotados de una parte de vitalidad material, son capaces de realizar actos tangibles. Cuando ella visita al durmiente, los monstruos rodean su cama farfullando, haciendo cabriolas, mesando el pelo y la barba de su padre y aullando de contento.

Ella regresa noche tras noche en sueños a su amante, que recibe su abrazo sin protestas, con la mente sosegada por el placer, hasta que le ha extraído todo lo que él puede dar y el corazón del hombre deja de latir. Es como la resina de la adormidera, que produce siempre placer, aun cuando causa la muerte. Solo un hombre como los que guardan el harén del monarca, a los que se ha despojado de su virilidad con el filo de un cuchillo, o los que han sufrido una pérdida semejante por alguna desventura violenta, pueden resistir la seducción de esta tentadora. Como no tienen simiente que dar, ella se ve frustrada en su intento y huye volando, profiriendo lamentos y rechinando los dientes.
El demonio aullador llega con violencia y se apodera de la mente del durmiente, y la sacude como un perro sacude a una rata, convirtiendo el sueño en pesadilla. Tiene tantas formas como enemigos habitan la imaginación, pero no tarda en descubrir y en adoptar la forma que más se teme. Esta se convierte en su vehículo, o mejor diríamos en su máscara, pues no tiene identidad propia, solo un hambre que debe acallar. Cuando las imágenes, por sí mismas, no aterrorizan, produce en la piel del durmiente cortes y cardenales que este descubre al salir el sol, aunque lo hace con el único fin de suscitar terror, pues el dolor de por sí no le aporta ningún alimento.

Su propósito es interrumpir el sueño tantas veces que el hombre que es su presa empieza a soñar estando despierto, y entonces el demonio es capaz de entrar y salir de su mente a voluntad y de apoderarse de cualquier cosa de valor que encuentra allí. La consecuencia habitual de las visitas nocturnas de este demonio es la locura y el suicidio. Sus tormentos solo se pueden evitar con la muerte. Solo está a salvo el que ha aprendido a abrazar sus miedos como un amante, gozando de su multiplicidad y de su poder. Tal hombre recibe con alegría a los demonios iracundos del yermo, como amigos, y sus cambios de máscara le sirven de entretenimiento y diversión. Este demonio, reconociendo por fin la futilidad del intento, se marcha sumido en un silencio hosco, con su furia aplacada, y el vagabundo del desierto duerme y sueña sin molestias.

Por medio de los sellos de los dioses de las estrellas es posible dar órdenes a estas dos clases de demonios nocturnos y enviarlos a que persigan a otros que viajan por el Espacio Vacío, e incluso a los que moran en ciudades lejanas, a modo de ataque poderoso muy adecuado para una venganza. La seductora, madre de monstruos, obedece la autoridad del sello de Shub-Niggurath, la cabra prolífica, el demonio violento obedece al sello del gran Cthulhu, que se enfurecía con facilidad.

Cuando estés soñando, atento y consciente, espera la llegada del demonio, y antes de que este emprenda su labor, llámale la atención con el nombre y el sello del dios bajo cuya estrella móvil reside, ya sea la Venus, la brillante y la despiadada, o Marte, de ojos rojos. La estrella del dios debe estar por encima del horizonte, por eso, el mejor momento de tener tratos con el demonio de la lujuria es poco antes del alba. Traza en tu imaginación el sello del dios y represéntatelo en el aire que tienes delante, mientras te enfrentas al demonio, después, da instrucciones a este sobre la identidad de la persona a la que debe acosar hasta hacerla morir. Tu propósito se cumplirá con toda seguridad antes de que haya transcurrido un ciclo de la luna.

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